viernes, 18 de julio de 2014

LXXVIII ANIVERSARIO DEL GLORIOSO ALZAMIENTO NACIONAL



«Cara al sol con la camisa nueva
que tú bordaste en rojo ayer,
me hallará la muerte si me lleva
y no te vuelvo a ver.
Formaré junto a mis compañeros
que hacen guardia sobre los luceros,
impasible el ademán,
y están presentes en nuestro afán.
Si te dicen que caí,
me fui al puesto que tengo allí.

Volverán banderas victoriosas
al paso alegre de la paz
y traerán prendidas cinco rosas:
las flechas de mi haz.

Volverá a reír la primavera,
que por cielo, tierra y mar se espera.

Arriba escuadras a vencer
que en España empieza a amanecer».



martes, 28 de enero de 2014

Formaré junto a mis compañeros que hacen guardia sobre los luceros...





Nos ha dejado, pero no se ha ido. Él ha sido el Jefe, el Camarada y el amigo... el hombre que ha ostentado hasta hoy los tres luceros de la capitanía instituida por José Antonio. Nos deja con su vida una lección de amor a España. Hoy ya está en esos luceros en los que muchas veces buscamos fuerzas para continuar. Sólo puedo rezar, mirar hacia lo alto y lanzar un fortísimo ¡Blas Piñar! Presente.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

20-N:GRACIAS, CAUDILLO

Viene siendo norma de conducta durante toda la transición y ahora también, desde varios sectores nacionalistas españoles (en la actualidad, por unas u otras razones, prácticamente todos) pasar de largo cuando no denostar públicamente la figura del Caudillo con el único objetivo real, en mi opinión, de recibir la palmadita del enemigo político. Durante la transición se esgrimieron razones de pureza ideológica. Hoy además, en gran medida por los mismos -nuestros sectores más extremistas y radicales-, se esgrimen razones de eficacia política en nombre de la que, por cierto, ahora se olvida un mínimo, ya no de pureza, sino de coherencia y lealtad ideológica.


Si Franco hubiera sido guapo, alto y de voz recia, sin duda, hubiera sido un héroe de película. Pero Franco era bajito, feo, de voz nada carismática y, con toda probabilidad esa frialdad de la que le acusan, o era una terrible timidez o una profunda decepción ante el género humano o ambas cosas a la vez. No. Franco no era un héroe de película. Franco fue un héroe real y así fue sentido por una enorme parte del pueblo español que convirtió su nombre en sinónimo de victoria y liberación porque liberación era lo que sentían millones de españoles cuando veían la entrada de las tropas del Caudillo en su ciudad y victorias fueron sus batallas. Pero no es de ese Franco, del Franco soldado, del que quiero hablar.

Hoy quiero hablar del Franco cifras y hechos. Del Franco que hizo la España moderna. Del Franco que cambió la vida del pueblo español.

Durante la II República, en España, morían unos 300 españoles de hambre al año. España era un país cuya economía, desde siglos, incluía la miseria de su pueblo hasta el hambre. Tras la Guerra Civil y hasta 1.947 en España hay españoles que se mueren de hambre. Tras siglos de españoles que se mueren de hambre en 1.948 en España ya nadie se muere de hambre.
La esperanza de vida de un español durante la II República es de 50 años. En 1.950 es de 62 años. En 1.975 es de 70 años. Con respecto a la mortalidad infantil en 1940 era de 125/1000; en 1.975 es de 18/1000 nacimientos.
Con respecto a la Renta per Cápita está pasa de 131$ en 1.940 a 2088$ en 1.975. Era el 80% de la media europea. No se volverá a alcanzar ese nivel hasta finales del siglo XX. En 1.975 el españolito medio gastaba en alimentación el 39% de su desembolso. En 1.945 se gastaba en alimentación el 65%. Eso significa que al español medio cada vez le quedaba más dinero para algo que no fuera su subsistencia.
El analfabetismo en 1.940 era del 29%. En 1.975 del 7%. En 1.995 del 6%.
Antes de la Guerra Civil la población penitenciaria española era de 32.000 presos. En 1.975 era de 16.000. España había crecido en 10 millones de habitantes durante el Régimen de Franco pero su población penitenciaria era la mitad que al final de la II República lo que supone la práctica inexistencia de una delincuencia obligada por las condiciones económicas.
En España, el sector agrario ocupaba al 50% de la población activa durante la II República. En 1.950 es el 20%. En el sector servicios y el sector industrial la población activa pasa del 18 al 40%: es la entrada de España en la modernidad.
En base a cientos de estadísticas sobre las distintas materias producidas por nuestra nación, España pasa, de ser un país sin industria, a ser la novena potencia industrial del mundo.
Y para que nos riamos todos de Franco y sus embalses conviene saber que a lo largo de la historia de España, hasta 1.939, se construyen 190 grandes presas. Durante el Régimen del Caudillo se construyen 515. No voy a entrar en datos apabullantes sobre kilómetros de carreteras, viviendas sociales construidas, camas hospitalarias o todo lo que fue el nacimiento de las coberturas sociales hasta la Ley de Seguridad Social de 1.963 a la que no se añadió una sola cobertura más hasta el siglo XXI. Tampoco hablaré de la evolución española en materia de educación: escuelas, institutos, universidades laborales, universidades…Simplemente, brutal.
Sí hablaré de emigración. En primer lugar, habremos de coincidir en que las famosas divisas de los emigrantes no se las enviaban a Franco, ni al Estado. Se las enviaban a sus familiares. Ciertamente la mejora en el nivel de vida de esos familiares revertía en una mejora para muchos españoles. Pero esto no es lo importante. Lo importante es que la emigración no nace con Franco sino que viene de siglos y es precisamente durante el Régimen de Caudillo cuando se crean las condiciones económicas para que la emigración de siglos concluya.

Todo este enorme bagaje es simplemente un bosquejo de la Obra del Caudillo. No sé si todo aquello fue suficientemente revolucionario en su apariencia. No sé si fue vestido de la parafernalia revolucionaria suficiente. No sé si para explicarlo se usaron las palabras revolucionarias adecuadas. Pero si sé que fue, a lo largo de la larga historia de nuestra nación, el periodo, el único periodo sin discusión, de la vida de nuestro pueblo en que este evolucionó en materia social y económica de forma absolutamente revolucionaria. Yo, como falangista, me siento orgulloso de aquella etapa, la considero netamente revolucionaria en sus logros y en sus hechos y me enorgullece aún más que se llevara a cabo bajo los principios morales, políticos y sociales de La Falange y del nacionalsindicalismo.

A fecha de hoy, y a pesar de lo que ha caído sobre la figura del Caudillo, Franco sigue siendo un héroe soldado y un héroe estadista para una buena parte del pueblo español que observa, supongo que perplejo, como nadie, ni los nacionalistas españoles si quiera, defienden su memoria públicamente y a veces hablan de Franco como de un simple personaje histórico como si Stalin o los Omeyas no lo fuesen también. Roma no paga traidores. España, en el fondo, es Roma. Así nos va.

Eduardo Arias, www.laredgualda.com

martes, 19 de noviembre de 2013

20-N:JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA, ¡¡PRESENTE!!


José Antonio era alto, guapo, moreno y con la mirada profunda que le confería el ser un jurista de primera calidad, condición aplicable a su carácter como persona. Ciertamente, pertenecía a eso que llamamos aristocracia. Pero jamás fue un aristócrata altivo y clasista. Fue un aristócrata sencillo, un aristócrata “popular”, entendiendo el término como un hombre rico que se preocupaba por las clases populares. En vez de dedicarse a derrochar su fortuna en orgiásticas experiencias o en holgazanear, decidió dedicarse por entero a España y a los españoles. En ello invirtió largas y pesadas horas, comiéndose la cabeza para encontrar la fórmula secreta que sedujera a esas clases españolas, proletariado, burguesía y aristocracia, en las que él depositaba las esperanzas para construir la España una, grande y libre que figuraba en la cosmovisión falangista.

En el preciso momento en que José Antonio miraba su reloj eran las tres de la madrugada del 20 de noviembre de 1936. En breves horas sería ejecutado. El sueño de ver a su amada España en lo más alto de la posición mundial se iba a desvanecer. Quizá algún día, allá desde el Cielo, podría ver resurgir a España. ¡Quién podía saberlo! Las fuerzas nacionales habían fracasado en Alicante, maldecía. ¿Por qué tenía que morir? Bueno, pensaba tras la dubitación, era muy lógico que, habiendo sido asesinados millares de falangistas y de derechistas durante el decurso de la guerra e incluso antes, cayera ahora él, que era el máximo dirigente de la fuerza nacional más importante: Falange.

Tomó la Biblia que había en la mesa de su celda, y abrió por una página al azar. Leyó: “Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo” Hojeó más allá, y se encontró con la sentencia: “Padre, aparta de mí este cáliz”. José Antonio, que se había mostrado muy entero en la defensa que hizo de sí mismo y de su hermano, no pudo evitar que una lágrima empezara a recorrer su mejilla, y exclamó un poco en voz alta: “Señor, el fin para mí está cerca. Aparta de mí este cáliz. Por favor, no me abandones”. Se tumbó en la cama y comenzó a escribir en una arrugada hoja de papel: “Esto toca a su fin. En unas horas estaré ya junto a Dios y su Juicio. Los ángeles con espadas estarán esperando mi llegada. Me voy sin jactancia, porque nunca es alegre morir a mi edad, pero no espero que nadie incurra en dramatizaciones inútiles de mi muerte. Ahora mismo están luchando por los campos de España miles de falangistas dispuestos a dar su sangre por la España en la que creen y a la que yo les acerqué. Es normal, por lo tanto, que yo, que soy el líder de esos muchachos de corazón ardiente, dé mi sangre por esa España que yo traté de alcanzar en vida. Espero que las escuadras enteras de falangistas que añoran la España inmortal sirvan a su nuevo jefe, el general Francisco Franco, como lo hicieron conmigo. Mi muerte no debe significar el fin de nuestra lucha, pues mientras haya un solo falangista en España, nuestro ideal seguirá vivo y en pie. Tengo a mi lado un crucifijo que espero me ayude a superar el miedo que ahora me atenaza el corazón. Sé que habrá muchos camaradas, muchos amigos, muchos familiares que llorarán mi pérdida, pero sólo puedo decirles que no se preocupen, que en unos años (espero que muchos, porque ellos aún son útiles en el servicio de la Patria) nos veremos allá arriba, en comunión con el Altísimo que todo lo puede. Confío en que esta guerra, tan dolorosa, sirva para expulsar por fin del interior de España a los diablos marxistas y liberales, que son quienes nos han llevado a esta situación. Un abrazo para todos aquellos que pusieron su fe ciega en mí y hasta siempre, José Antonio”.

Ya eran las 5 y media. José Antonio sacó una foto de sus padres que tenía guardada en la maleta, y besándola con cariño, dijo en voz muy baja: “En breve nos veremos, papá. Por fin podré darte un beso, mamá. No sabes lo que he sufrido por tu ausencia”.

A continuación, guardó la foto y sacó una serie de cartas, que iban dirigidas a sus familiares y amigos. Las dejó sobre la mesa y las releyó despacio. Las volvió a guardar y las acompañó con una nota que ponía: “Dar a sus destinatarios”. Se peinó el poco pelo que aún perduraba en su cabeza, y volvió a recostarse sobre la cama. Rezó en silencio, en una oración que se prolongó una eternidad. Sabía que era la última vez que hablaría con Dios antes de verle. La hora había llegado.

La voz del carcelero retumbó por el pasillo donde se apiñaban las celdas:

José Antonio Primo de Rivera, vístase. Es la hora.

José Antonio se puso, en un silencio conmovedor, las zapatillas, y se echó uno de sus preciosos abrigos por encima. El carcelero, impaciente por llevar a cabo la ejecución y poder así echarse a dormir, le espetó:

Vamos, coño, que es para hoy.

La voz de José Antonio sonó serena para decir:

Como sólo se muere una vez, hay que morir con dignidad.

Una vez que se hubo vestido, José Antonio fue conducido ante la presencia de su hermano Miguel. José Antonio, con un brillo chispeante en sus ojos saltones, dijo:

Hola, Miguel.

Hola, Jose. Bueno, creo que ha llegado la hora de despedirnos.—le respondió con voz temblorosa Miguel.

Sí, creo que sí. Os quiero mucho a todos, Miguel. Cuando salgas de aquí, dale un abrazo muy fuerte a todos nuestros hermanos y un beso a la tía Ma.

Se lo daré de tu parte. Te quiero mucho, hermano—dijo Miguel con unas lágrimas aflorando en su rostro.

Help me die with dignity—susurró José Antonio con su persistente brillo en los ojos y una tenue flacidez en el semblante.

José Antonio, ruega por nosotros.

La voz bronca del carcelero interrumpió a los dos hermanos: “Vamos, deprisa, ya es hora”

José Antonio, que en ese momento estaba abrazándose postreramente a su hermano, fue cogido por la espalda por el carcelero y otro colega. Cuando se lo llevaban, espetó:

Miguel, España no se rendirá. ¡¡Arriba España!!

¡¡Arriba España siempre, José Antonio!!—respondió Miguel conmocionado.

José Antonio, en el pasillo, no pudo reprimirse, y con serenidad, les dijo a los guardianes una frase que ya había pronunciado en uno de sus juicios:

¡Qué equivocados estáis! Vais a fusilarme a mí, que venía en vuestro amparo.

Llegaron al patio de la cárcel. Se oían ruidos de pistolas y de granadas, olía a pólvora. José Antonio fue llevado junto a cinco personas más, tres falangistas y dos carlistas, a un rincón de la prisión. Los jóvenes falangistas quedaron impresionados al ver a su líder, allí, con su imponente abrigo, sereno, incluso con un ademán sonriente en el rostro al ver allí a sus muchachos. José Antonio, en última instancia, dijo a aquellos que se disponían a llevárselo para siempre:

Yo no soy vuestro enemigo. Yo soy vuestra ayuda. No tenéis que fusilarme a mí, sino a vuestros jefes. Ellos no hacen nada por vosotros. Son sólo embusteros.

Los miembros del pelotón de fusilamiento hicieron caso omiso de las palabras de José Antonio. Éste, consciente de que era inútil cualquier intento de avenirse a razones con aquellos, les espetó:

¿Son ustedes buenos tiradores?

Los otros contestaron afirmativamente. José Antonio, cuyo abrigo le había pedido el carcelero como regalo, tomó su abrigo y lo arrojó con fuerza hacia el carcelero. A continuación, apretó con fuerza el crucifijo que llevaba en su mano izquierda. La descarga de los doce miembros del pelotón, seis anarquistas de la FAI y seis comunistas, sonó atronadora. José Antonio, en trance de muerte, exclamó antes de caer al suelo fulminado por las balas, con el brazo derecho en alto:

¡¡¡Arriba España!!!

Todo había terminado. José Antonio yacía ensangrentado en el suelo. Su corazón español había sido fulminado por la acción asesina de las balas. Uno de los cerebros más privilegiados de Europa, en palabras de don Miguel de Unamuno, había muerto. Pero su asesinato no fue en vano. Su generosa sangre regó los destinos de España durante los cuarenta años siguientes, un periodo en el que España volvió a ser Una, Grande y Libre.





























































martes, 1 de octubre de 2013

1º de Octubre, Día del Caudillo

 


FRANCISCO FRANCO

Caudillo de la nueva Reconquista,
Señor de España, que en su fe renace,
sabe vencer y sonreír, y hace
campo de pan la tierra de conquista.

Sabe vencer y sonreír… Su ingenio
militar campa en la guerrera gloria
seguro y firme. Y, para hacer Historia,
Dios quiso darle mucho más: el genio.

Inspira fe y amor. Doquiera llega
el prestigio triunfal que lo acompaña,
mientras la Patria ante su impulso crece,

para un mañana que el ayer no niega,
para una España más y más España,
¡la sonrisa de Franco resplandece!

Manuel Machado

jueves, 5 de septiembre de 2013

EL FUERO DE LOS ESPAÑOLES

cara al sol 8




FUERO DE LOS ESPAÑOLES
de 17 de julio de 1945, modificado por la Ley Orgánica del Estado de 10 de enero de
1967(aprobado por Decreto 779/1967, de 20 de abril. BOE nº 95 de 21 de abril).
FRANCISCO FRANCO BAHAMONDE, CAUDILLO DE ESPAÑA, JEFE DEL ESTADO Y
GENERALÍSIMO DE LOS EJÉRCITOS DE LA NACIÓN:


Por cuanto las Cortes Españolas, como órgano superior de participación del pueblo en las tareas del Estado, según la Ley de su creación, han elaborado el Fuero de los Españoles, texto fundamental definidor de los derechos y deberes de los mismos y amparador de sus garantías; y teniendo en cuenta, al igual que ocurre en el Fuero del Trabajo, que sus líneas maestras acreditan el valor permanente del ideario que las inspira y gran número de sus declaraciones y preceptos constituyen un fiel anticipo de la doctrina social­católica, recientemente puesta al día por el Concilio Vaticano II y finalmente, dada la modificación introducida en su Artículo 6 por la Ley Orgánica del Estado, aprobada previo referéndum de la Nación, a los efectos de adecuar su texto a la Declaración Conciliar sobre la libertad religiosa, promulgada el 1 de diciembre del año 1965, que exige el reconocimiento explícito de este derecho, en consonancia, además, con el segundo de los Principios Fundamentales del Movimiento, según el cual la Doctrina de la Iglesia habrá de inspirar nuestra legislación. Vengo en disponer lo siguiente:
Artículo único.­ Queda aprobado, con el carácter de Ley fundamental reguladora de sus derechos y deberes, el Fuero de los Españoles, que a continuación se inserta:

TÍTULO PRELIMINAR

Artículo 1.­ El Estado español proclama como principio recto de sus actos el respeto a la dignidad, la integridad y la libertad de la persona humana, reconociendo al hombre, en cuanto portador de valores eternos y miembros de una comunidad nacional, titular de deberes y derechos, cuyo ejercicio garantiza en orden al bien común.

TÍTULO I. DEBERES Y DERECHOS DE LOS ESPAÑOLES

CAPÍTULO I.
Artículo 2.­ Los españoles deben servicio fiel a la Patria, lealtad al Jefe del Estado y obediencia a las leyes.
Artículo 3.­ La Ley ampara por igual el derecho de todos los españoles, sin preferencia de clases ni acepción de personas.
Artículo 4.­ Los españoles tienen derecho al respeto de su honor personal y familiar.
Quien lo ultraje, cualquiera que fuese su condición, incurrirá en responsabilidad.
Artículo 5.­ Todos los españoles tienen derecho a recibir educación e instrucción y el deber de adquirirlas, bien en el seno de su familia o en centros privados o públicos, a su libre elección. El Estado velará para que ningún talento se malogre por falta de medios económicos.
Artículo 6.­ La profesión y práctica de la Religión Católica, que es la del Estado español, gozará de la protección oficial.
El Estado asumirá la protección de la libertad religiosa, que será garantizada por una eficaz tutela jurídica que, a la vez, salvaguarde la moral y el orden público.
Artículo 7.­ Constituye título de honor para los españoles el servir a la Patria con las armas.
Todos los españoles están obligados a prestar este servicio cuando sean llamados con arreglo a la Ley.
Artículo 8.­ Por medio de leyes, y siempre con carácter general, podrán imponerse las prestaciones personales que exijan el interés de la Nación y las necesidades públicas.
Artículo 9.­ Los españoles contribuirán al sostenimiento de las cargas públicas según su capacidad económica. Nadie estará obligado a pagar tributos que no hayan sido establecidos con arreglo a ley votada en Cortes.
Artículo 10.­ Todos los españoles tienen derecho a participar en las funciones públicas de carácter representativo, a través de la familia, el municipio y el sindicato, sin perjuicio de otras representaciones que las leyes establezcan.
Artículo 11.­ Todos los españoles podrán desempeñar cargos y funciones públicas según su mérito y capacidad.
Artículo 12.­ Todo español podrá expresar libremente sus ideas mientras no atenten a los principios fundamentales del Estado.
Artículo 13.­ Dentro del territorio nacional, el Estado garantiza la libertad y el secreto de la correspondencia.
Artículo 14.­ Los españoles tienen derecho a fijar libremente su residencia dentro del territorio nacional.
Artículo 15.­ Nadie podrá entrar en el domicilio de un español ni efectuar registros en él sin su consentimiento, a no ser con mandato de la Autoridad competente y en los casos y en la forma que establezcan las Leyes.
Artículo 16.­ Los españoles podrán reunirse y asociarse libremente para fines lícitos y de acuerdo con lo establecido por las leyes. El Estado podrá crear y mantener las organizaciones que estime necesarias para el
cumplimiento de sus fines. Las normas fundacionales, que revestirán forma de ley, coordinarán el ejercicio de este derecho con el reconocido en el párrafo anterior. 
Artículo 17.­ Los españoles tienen derecho a la seguridad jurídica. Todos los órganos del Estado actuarán conforme a un orden jerárquico de normas preestablecidas, que no podrán arbitrariamente ser interpretadas ni alteradas.
Artículo 18.­ Ningún español podrá ser detenido sino en los casos y en la forma que prescriben las Leyes.
En el plazo de setenta y dos horas, todo detenido será puesto en libertad o entregado a la Autoridad judicial. 
Artículo 19.­ Nadie podrá ser condenado sino en virtud de Ley anterior al delito, mediante sentencia de Tribunal competente y previa audiencia y defensa del interesado.
Artículo 20.­ Ningún español podrá ser privado de su nacionalidad sino por delito de traición, definido en las Leyes penales, o por entrar al servicio de las armas o ejercer cargo público en país extranjero contra la prohibición expresa del Jefe del Estado.
Artículo 21.­ Los españoles podrán dirigir individualmente peticiones al Jefe del Estado, a las Cortes y a las Autoridades. Las Corporaciones, funcionarios públicos y miembros de las Fuerzas e Institutos armados sólo podrán ejercitar este derecho de acuerdo con las disposiciones por que se rijan.

CAPÍTULO II.

Artículo 22.­ El Estado reconoce y ampara a la familia como institución natural y fundamento de la sociedad, con derechos y deberes anteriores y superiores a toda ley humana positiva.El matrimonio será uno e indisoluble. El Estado protegerá especialmente a las familias numerosas.
Artículo 23.­ Los padres están obligados a alimentar, educar e instruir a sus hijos. El Estado suspenderá el ejercicio de la patria potestad o privará de ella a los que no la ejerzan dignamente, y transferirá la guarda y educación de los menores a quienes por Ley corresponda.

CAPÍTULO III.

Artículo 24.­ Todos los españoles tienen derecho al trabajo y el deber de ocuparse en alguna actividad socialmente útil.
Artículo 25.­ El trabajo, por su condición esencialmente humana, no puede ser relegado al concepto material de mercancía, ni ser objeto de transacción alguna incompatible con la dignidad personal del que lo presta. Constituye por sí atributo de honor y título suficiente para exigir tutela y asistencia del Estado.
Artículo 26.­ El Estado reconoce en la Empresa una comunidad de aportaciones de la técnica, la mano de obra y el capital en sus diversas formas, y proclama, por consecuencia, el derecho de estos elementos a participar en los beneficios. El Estado cuidará de que las relaciones entre ellos se mantengan dentro de la más estricta equidad y en una jerarquía que subordine los valores económicos a los de categoría humana, al interés de la Nación y a las exigencias del bien común.
Artículo 27.­ Todos los trabajadores serán amparados por el Estado en su derecho a una retribución justa y suficiente, cuando menos, para proporcionar a ellos y a sus familias el bienestar que les permita una vida moral y digna.
Artículo 28.­ El Estado español garantiza a los trabajadores la seguridad de amparo en el infortunio y les reconoce el derecho a la asistencia en los casos de vejez, muerte, enfermedad, maternidad, accidentes del trabajo, invalidez, paro forzoso y demás riesgos que pueden ser objeto de seguro social.
Artículo 29.­ El Estado mantendrá instituciones de asistencia y amparará y propulsará las creadas por la Iglesia, las Corporaciones y los particulares.
Artículo 30.­ La propiedad privada como medio natural para el cumplimiento de los fines individuales, familiares y sociales, es reconocida y amparada por el Estado.
Todas las formas de propiedad quedan subordinadas a las necesidades de la Nación y al bien común.
La riqueza no podrá permanecer inactiva, ser destruida indebidamente ni aplicada a fines ilícitos. 
Artículo 31.­ El Estado facilitará a todos los españoles el acceso a las formas de propiedad más íntimamente ligadas a la persona humana: hogar familiar, heredad, útiles de trabajo y bienes de uso cotidiano.
Artículo 32.­ En ningún caso se impondrá la pena de confiscación de bienes.
Nadie podrá ser expropiado sino por causa de utilidad pública o interés social, previa la correspondiente indemnización y de conformidad con lo dispuesto en las Leyes.

TÍTULO II. DEL EJERCICIO Y GARANTÍA DE LOS DERECHOS

Artículo 33.­ El ejercicio de los derechos que se reconocen en este Fuero no podrá atentar a la unidad espiritual, nacional y social de España.
Artículo 34.­ Las Cortes votarán las Leyes necesarias para el ejercicio de los derechos reconocidos en este Fuero.
Artículo 35.­ La vigencia de los Artículos doce, trece, catorce, quince, dieciséis y dieciocho podrá ser temporalmente suspendida por el Gobierno total o parcialmente mediante Decreto­Ley, que taxativamente determine el alcance y duración de la medida.
Artículo 36.­ Toda violación que se cometiere contra cualquiera de los derechos proclamados en este Fuero será sancionada por las Leyes, las cuales determinarán las acciones que para su defensa y garantía podrán ser utilizadas ante las jurisdicciones en cada caso competentes.

Dada en El Pardo a diecisiete de julio de mil novecientos cuarenta y cinco.
FRANCISCO FRANCO